La personalidad humana es necesariamente evolutiva.En un sentido amplio, puede considerarse que la maduración de la personalidad tiene lugar cuando se alcanza la integración armónica y equilibrada de los diferentes aspectos de la personalidad en todas sus dimensiones y de la interrelación con el medio social.
El rasgo fundamental de la madurez reside en el obrar racional y reflexivo y especialmente en la sobreposición de la voluntad y la racionalidad sobre los apetitos y los instintos.
Una conducta centrada en un plan de vida, en conformidad con las propias capacidades; y la percepción de la prioridad de proveerse de los medios adecuados para alcanzar los objetivos de vida, un grado de tesón y de tensión mesurado pero continuado, que conduzca a persistir en objetivos, sin dar preferencia al inmediatismo en los goces y en la disponibilidad de lo deseado.
La madurez necesariamente está relacionada estrechamente con la edad, en cuando ella permite adquirir experiencias; de modo tal de evitar incurrir en actividades que debiera advertirse que están fuera del alcance, y que necesariamente han de conducir a frustraciones.Asimilar la frustración, aprendiendo a no adjudicar responsabilidades externas cuando la razón de las frustraciones reside en nuestras propias incapacidades, omisiones de esfuerzo sostenido, excesos de ambición o impaciencia, es una de las condiciones de la maduración de la personalidad
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Hace 9 años